Hoy las calles me dicen
que te echan de menos.
Milán está triste porque tú no estás.
Gris,
o
negra
más bien,
le falta la luz que tú sonrisa
le ponía cuál corona a su reina.
Llueve.
Joder si llueve.
No ha dejado de llover desde que
te fuiste;
desde aquel domingo en el que
prometiste volver.
¿Lo harás?
Hoy la lluvia me recuerda a ti.
Hoy,
y ayer,
y mañana.
¿Por qué? Pensarás.
Si no llovía cuando estabas aquí.
No sé,
sin más,
últimamente cualquier cosa me
recuerda a ti.
Hoy las calles me dicen que te
echan de menos.
Milán está triste porque tú no estás.
Más que triste,
vacía diría yo.
Apagada.
Le falta la vida que nos daban
tus ojos solo con mirarla.
Dios,
esa mirada...
Hoy la lluvia me recuerda a tu
espalda.
¿Por qué? Pensarás.
Si no llovía cuando estabas aquí.
Y es ahí
cuando te equivocas.
El agua de la ducha caía
en tu espalda
cual gotas de lluvia inmersas en
la carrera de su vida;
circuito de cristal frío
y cálido a la vez.
Hoy las calles me dicen que te
echan de menos.
Milán está triste porque tú no
estás.
Y estarás.
Joder si estarás.
Ni si quiera va a arreglarse para
recibirte.
Pero yo sí,
y no sabes cuánto.
Porque no puedo
dejar de contar
los segundos
que quedan para volver
a verte
a vernos.
Hoy las calles me dicen que te
echan de menos.
Milán está triste porque tú no
estás.
Y no quiero
que deje de estarlo;
no
quiero
que
deje
de llover.
Sin lluvia,
tú te vas.
De mí,
de ti,
de Milán.
Y me niego,
porque,
¿qué será lo que me recuerde a
ti?
A mí.
A nosotros.
Hoy Milán nos echa de menos.
Mi cama está triste porque tú no
estás.